Arquitectura defensiva de la guerra civil en el parque de la Dehesa de la Villa

 

El inicio de la construcción del campus de la Ciudad Universitaria de Madrid acaparó parte de los terrenos que ocupaba la Dehesa de la Villa, donde aún podemos ver restos de trincheras, fortines, casamatas y otras infraestructuras defensivas.

 

Uno de los frentes más activos que se mantuvo, además, desde el inicio de la guerra civil hasta el final, fue precisamente el de la Ciudad Universitaria de la Complutense de Madrid. Fue un enfrentamiento duro que acabó con muchas vidas en ambos bandos de la contienda y destruyó casi por completo el recién inaugurado campus, amén de las edificaciones civiles de la zona de Argüelles y Moncloa y parte de este longevo pulmón verde de la ciudad.

 

Desde el Parque de la Dehesa de la Villa se podía, pues, observar la cruenta batalla que se produjo por el control del hospital clínico situado en el vértice del campus de la Universidad, el mismo hospital en cuya puerta el anarquista Durruti encontró la muerte de madrugada cuando se dirigía a imponer disciplina entre sus hombres que pretendían abandonar el infierno que se vivía entre las ruinas de ese edificio. Fue el 20 de noviembre, el mismo día en el que, en Alicante, se fusilaba a Primo de Rivera. El mismo día en el que, años después, el dictador Francisco Franco moriría en su cama. Nunca fue juzgado pero tampoco sus últimos días fueron plácidos, alargándose su agonía, según opinan muchos investigadores, con el único propósito de hacer coincidir la fecha de su fallecimiento con el otro estandarte del fascismo en España, Primo de Rivera. Pero, cosas del destino, también fue ese día el día en el que murió Durruti.

 

En cualquier caso, Franco no veía con buenos ojos al joven Primo de Rivera, un líder nato, creador de la Falange, al que conoció a través de su cuñado, Serrano Suñer. Hasta ese momento, Franco se identificaba con la derecha de Gil Robles pero el “cuñadísimo” veía en el tirón de la Falange el apoyo necesario para que la revolución acabase siendo un éxito. La muerte de Primo de Rivera a Franco le vino francamente bien. Se había quitado de en medio a un político con carisma y liderazgo para poder ejercer el poder absoluto. Y, en ese momento, supo que asumir su ideología del odio podía darle grandes réditos en nombre del “ausente” que, a partir de entonces, sería el eterno “presente”. Así se creó la doctrina del franquismo, mezcla del nazismo, el fascio y el catolicismo a ultranza. Un batiburrillo de odio y rencores que el futuro dictador fue diseñando durante el desarrollo de la contienda. Este fue el motivo por el que la propaganda del franquismo hizo de Primo de Rivera, al que se nombraba sólo como José Antonio, un mártir precursor de su causa y el 20 de noviembre se convirtió oficialmente en el Día del Dolor.

 

Franco fue tratado durante sus últimos días en El Pardo para salvaguardar su imagen. El palacete se convirtió en un auténtico hospital con 38 personas integrando el equipo sanitario a su continuo servicio, incluido su yerno, Cristóbal Martínez Bordiú. Pero las cosas iban de mal en peor. Después de un infarto de miocardio y de varias anginas de pecho, el ya anciano dictador comenzaba a vislumbrar lo poco que le quedaba para abandonar este mundo.  El 14 de noviembre el Caudillo entró en estado de shock a consecuencia de un estallido de una sutura gastroduodenal y fue urgentemente trasladado al quirófano de la Paz. Se le reanimó, intubó, sedó y trasladó a la UVI. Se dice que la agonía pudo haber terminado antes pero que había intereses en mantener con vida al paciente hasta el ya famoso Día del Dolor. Algunos señalan a su propio yerno, el Marqués de Villaverde (Martínez Bordiú) entre los más interesados. Él fue también quien realizó las fotos de los últimos momentos del Generalísimo y que, años después, publicaría Jaime Peñafiel. Mientras el Marqués mantenía que alguien había robado esas fotografías y llevaba a juicio a Peñafiel, el periodista tenía realmente en su poder unas copias de aquellas fotografías que otro colaborador de Franco le había vendido por 15 millones de pesetas, supuestamente, para acreditar el calvario que el Caudillo había vivido de forma innecesaria.

 

Otros dicen, y tal vez con mayor razón, que la larga agonía tuvo motivos políticos: que llegase vivo al día 26 de noviembre para asegurar la reelección del presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez de Valcárcel. Con Franco vivo ninguno de sus ministros  hubiera votado en contra. Pero una vez murió, y aunque Rodríguez Valcárcel se presentó a la votación, perdió y, en su lugar, fue elegido Torcuato Fernández-Miranda.

 

En fin… volviendo al Parque de  la Dehesa de la Villa, os contaré el por qué del nombre del cerro de Los Locos, también conocido como de Las Balas. Siempre había pensado que se trataba de algo relacionado con la guerra civil, habida cuenta de la inclusión de la Dehesa en el campo de batalla. Pero estaba equivocada. Según parece, el apelativo de Cerro de los locos se debía a que, cuando había sólo dos gimnasios en Madrid, muchos eran los muchachos que iban allí a hacer ejercicio y que, tras el esfuerzo, se aseaban bañándose en la fuente que hay al pie del cerro, incluso en el crudo invierno del Madrid de entonces. A más de uno eso le parecía, no sin razón, una auténtica locura.

 

El nombre de Cerro de las Balas tampoco tiene nada que ver con el conflicto bélico. Según cuentan, no muy lejos de cerro había un campo de tiro sometido a un control no del todo férreo, por lo que las balas traspasaban sus fronteras paseándose peligrosamente por todo el cerro. Incluso se dice que una de esas balas perdidas mató a un torero que iba a allí a ejercitarse.

 

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Sobre mí:

Curiosa por naturaleza, desde niña me embelesaron los ecos pasados que se me antojaban atrapados entre las paredes de los lugares abandonados que iba dejando atrás desde el coche de mi padre. Hoy, un poco más dueña de mis pasos, los dirijo allí para admirar la belleza oculta entre sus ruinas, inmortalizarla con mi cámara e indagar en la verdadera historia que, en otros tiempos, les dieron vida. Estos son mis locus amoenus ¿me acompañas?