Siempre es un placer regresar a uno de mis locus amoenus preferidos. Si, además, la compañía es estupenda, llevamos ropa de abrigo, bocadillos de tortilla de patata, algún refresco y el croar incesante de las ranas es el único sonido que rompe el silencio de la noche, ¿Qué más se puede pedir? Volver cuanto antes.
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