Este viejo hotel que amenaza con desplomarse sobre sí mismo fue uno de los más transitados por visitantes y foráneos para disfrutar de sus vacaciones frente a la bellísima playa de la bahía de Ghajn Tuffieha.
Para ponernos en antecedentes tengo que indicar que se da en esta isla una circunstancia peculiar respecto a su territorio, y es que la mayor parte de él (al menos en lo que a la costa se refiere) pertenece al Estado. De este modo, el Gobierno cede terrenos a emprendedores para que instalen allí sus negocios regidos por un convenio contractual que obligará al empresario a cumplir unas determinadas condiciones. Lógico, ¿verdad?
En el caso de este viejo hotel, el acuerdo al que se llegó establecía que el Estado cedía el terreno para la construcción del establecimiento con la condición de que éste mantuviese su servicio durante el mayor tiempo posible, de forma que si el hotel llegase a cerrar sus puertas al público por un período máximo de un año, el Gobierno podría ejercer el derecho a recuperar el terreno.
Y, sí, el hotel cerró sus puertas superando con mucho ese tiempo, abandonado a su suerte hasta el día de hoy, en el que lo encontramos en ruinas constituyendo, además de una afrenta al paisaje, un peligro para quienes deciden internarse en él. Parece ser que la construcción se emplaza en un terreno muy inestable, de hecho, un anexo que se construyó con posterioridad ya ha sucumbido a la fuerza de la gravedad.
Doy fe de que hay partes interiores del edificio que se han derrumbado (suelos y techos) y la fachada y la terraza del hotel se mantienen a duras penas en pie. Y todo esto ocurre mientras los arrendatarios y el Gobierno pleitean sobre el asunto. El Estado pretende que el terreno regrese a su estado natural reintegrándose en la costa. Y, la verdad, en este caso nosotros, ante la absoluta imposibilidad de restauración que tiene este edificio, también deseamo lo mismo. Y cuanto antes, mejor.
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