Pocas veces ocurre, pero cuando lo hace, somos incapaces de dejar pasar la oportunidad. Una casa abandonada, en medio de una pequeña población, con sus puertas y ventanas abiertas de par en par. Toda una provocación.
Evidentemente, nos adentramos en ella cámara en mano. Allí nos recibieron salas decoradas todavía con algunos muebles, bastantes efectos personales y la sensación de que, a pesar de que era obvio que la casa había sido desalojada hace muchos años, en cualquier momento aparecerían sus antiguos moradores calzando pantuflas.
Parece que el motivo del abandono fue el derrumbe de una parte de la propiedad, algo muy común en otras edificaciones que hemos visitado en la isla. Imagino que el terreno es arcilloso y termina cediendo afectando a los cimientos de las edificaciones, pero confieso que mi hipótesis no pasa de ser eso, una hipótesis y probablemente errada teniendo en cuenta que no tengo idea alguna de geología más allá de la que me proveyó el célebre Mineranova siendo niña.
La parte baja de la casa o, más bien, la contigua, consiste en un garaje que guarda en sus entrañas un viejo Seat León rodeado de baterías usadas y de herramientas empapadas en grasa. ¿Se trataría de la vivienda de un pequeñísimo taller mecánico? A falta de datos sobre esta casa y con el fin de elogiar el trabajo que alguien hizo en forja para decorar la puerta principal, os invito a visitar la que he bautizado como “Casa de los Pavos Reales”.
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