Fábrica da Chemina

Llegamos a Alenquer poco antes de la hora de comer. El sol brillaba y sus rayos reverberaban empapados en las aguas del río. Y allí, frente a nosotros, se elevaban los imponentes restos de la antigua Companhia de Lanifícios da Chemina.

La historia de esta empresa nacida del sueño y el esfuerzo de los hermanos dos Santos Guerra, quienes se convertirían en sus gerentes, está llena de altibajos que predecían su trágico final.

La fábrica fue edificada bajo el proyecto arquitectónico de José Juvêncio da Silva en 1889 sobre los terrenos de la antigua finca El Casal de Chemina, de donde tomaría su nombre. Sólo un año después, la empresa abrió sus puertas y, al poco tiempo, daba empleo ya a 200 operarios de ambos sexos que, uniformados con sus batas azules, se dedicaban a producir chales, camisas, castorinas, cinturones, gorras y mantas.

A diferencia de las fábricas contemporáneas, esta industria basó su actividad únicamente en la fuerza de un motor de vapor, aprovechando la extrema cercanía del río, capaz de poner en marcha un complejo sistema hidráulico.

Unos años después de su inauguración, la empresa pasó a convertirse en sociedad limitada, gran parte de cuyo capital quedaría entonces en manos de importantes industriales y banqueros de Oporto. Por su parte, el cargo de director de planta y jefe de acabados recaería en el experimentado José y Guerra Salomón (quien había ejercido esas labores en las fábricas de Romeria y Oriente) razón por la que abandonaría su localidad natal Arrentela, Seixal, otro importante centro de producción de lana.

Medio siglo después de su inauguración, en 1940, AD Cheminées fábrica de lana Ltd, continuaba fabricando los mismos productos con los que comenzó su andadura. En ese momento, la sociedad tenía su sede social en Oporto y la gestión recaía sobre uno de los sobrinos de los fundadores, Isidoro de Castro Guerra. Sin embargo, sólo 8 años después sería otra empresa la que operaría en esa construcción, la Fábrica Barros LTD. Pero lo haría por muy poco tiempo, entre los años 1949 y 1952 la fábrica permanecería cerrada hasta que la empresa Tajo lana, LDA la reequipase y le diese nuevamente vida. No en vano, en 1977 llegaron a emplear a 160 trabajadores.

Casi 20 años después, en 1994, la empresa pasó a ocupar sólo una parte de las edificaciones que componen la fábrica y a dar empleo únicamente a 20 trabajadores. Serían los últimos coletazos de actividad de esta legendaria fábrica que, ese mismo año, cerró definitivamente sus puertas. Sus dependencias, en subasta pública, pasaron entonces a tener propiedad municipal con grado de protección, pero ni siquiera esto pudo impedir que en el año 2000 un virulento incendio acontecido en el edificio principal estuviese a punto de reducir a cenizas todo el complejo.

También adquirieron las vecinas instalaciones del mismo grupo de Alentêxtil. Estas últimas, de construcción mucho más reciente, fue rápidamente rehabilitada y alberga la sede de la Sociedad de la Sociedade Unión Musical Alenquerense, un local de Actividades de Tiempo Libre, la Misericordia local y un pabellón polivalente.

Lo cierto es que gobierno y oposición mantienen una encarnizada disputa por el futuro de este local y, por su parte, estos últimos  abogan por indemnizar de una vez a los trabajadores afectados (que llevan muchos años en los tribunales) y por convertir el complejo en un nuevo centro de salud.

En el año 2012, tras muchos intentos frustrados de dar vida nuevamente al centenario edificio, la Cámara de Alenquer hizo público su proyecto de crear un núcleo de formación sobre nuevas tecnologías y, eventualmente, un auditorio y un museo. En este sentido, se presentó a la compañía aseguradora un proyecto de recuperación con un coste de 900 mil euros, hecho que tiene aún varado la rehabilitación del inmueble por falta de acuerdo.

Inicialmente, la alcaldía pretendía instalar en la Fábrica un museo industrial. Después, apostaba por una escuela de hostelería y, más tarde, por la adaptación de las instalaciones para concentrar allí las escuelas de enseñanza básica del Concejo. Esta última idea fue desechada por el propio Ministerio de Educación que consideraba que no existe espacio suficiente para un patio de recreo y un aparcamiento.

Toca esperar, parece que bastante, para que esta antigua fábrica recupere su esplendor y la actividad vuelva a fluir entre sus paredes. Por el momento, lo único que por allí transita es algún que otro curioso amante de las historias sepultadas por el  paso del tiempo con la intención de poner un granito de arena para desenterrarla.

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Sobre mí:

Curiosa por naturaleza, desde niña me embelesaron los ecos pasados que se me antojaban atrapados entre las paredes de los lugares abandonados que iba dejando atrás desde el coche de mi padre. Hoy, un poco más dueña de mis pasos, los dirijo allí para admirar la belleza oculta entre sus ruinas, inmortalizarla con mi cámara e indagar en la verdadera historia que, en otros tiempos, les dieron vida. Estos son mis locus amoenus ¿me acompañas?