Si hay una ciudad del mundo que más me ha cautivado, y no son pocas las que he conocido, es Sintra. La conocí hace unos 15 años y, desde entonces, he perdido la cuenta de las veces que he disfrutado de ella. Descubrí en mi primer viaje una Sintra que parecía salida del atrezo de una bella ópera, con sus calles empinadas empedradas, su exhaustiva y variada vegetación, su pequeña bruma envolviendo al caminante, sus increíbles edificaciones históricas y, entre todas ellas, pese a encontrarse fuera de la ruta habitual del visitante, la espectacular Quinta do Regaleira.
Pero no es de esta Quinta de la que voy a hablar ahora, sino del que fuese Palacio del Vizconde de Gandarinha.
Frente a una de las entradas del Parque da Liberdade se alzan los restos del palacio conocido como Casa o Palacio de Gandarinha, nombre de la localidad de Cucujães, de Oliveira de Azeméis, donde nació Sebastião Pinto Leite, el Vizconde de Gandarinha, en 1815.
En 1850, el terreno era propiedad del Conde de Lavradio, que medió en la unión matrimonial de Dña. Maria II y D. Fernando II, existiendo la duda acerca de que existiera en ese lugar ya algún tipo de construcción, sobre todo si nos apoyamos en un documento de 1888 en el que se da a entender que la casa, con su actual configuración, había sido reedificada y no edificada, surgiendo así la incógnita acerca de la fecha de su construcción. No obstante, en el caso de esta primera construcción hubiese existido realmente, lo que parece claro es que no se trataba de un palacio.
En el documento de 1888 se recoge la intención del propietario, el Vizconde de Gandarinha, más tarde, también Conde de Penha Longa, de levantar, con la actual delineación arquitectónica, un hotel.
En 1905, como ni la casa había sido habitada ni el hotel funcionaba, parece que por causa del abandono de tal intento por parte del Vizconde, fallecido en 1892, el edificio fue donado a una institución católica por parte de su esposa, la Vizcondesa da Gandarinha, prima de éste y 35 años menor que él, que moriría en el Asilo de Gandarinha en 1921, más tarde conocido como Fundaçión Condesa de Penha Longa. En aquel momento la finca ya tenía su propia capilla
La institución destinataria de la donación era la Asociación Católica Internacional para Obras de Protección a las Niñas sin familia o víctimas de otros problemas, hoy conocida bajo el nombre de Asociación Católica Internacional de la Juventud femenina, que comenzó a funcionar como Escuela Profesional Doméstica en 1937, actividad que parece que se mantuvo hasta 1974, año en el que fue abandonada.
Así las cosas, en la década de los 90, durante el segundo mandato de Edite Estrela al frente de la Cámara de Sintra, la casa fue vendida a un particular que pretendía retomar la primigenia idea de construir allí un hotel y, efectivamente, las obras pronto comenzaron con excavaciones en la parte trasera, tala de árboles, y con la desaparición de su muralla.
Sin embargo, los herederos de quienes habían donado la finca, los Vizcondes de Gandarinha y Condes de Penha Longa, decidieron acudir a los tribunales con el argumento de que en las condiciones de la donación se excluía la posibilidad de su venta, mucho más si el propósito del nuevo proyecto se alejaba de lo misericordioso. La sentencia supuso el embargo de la finca hasta el día de hoy, siendo este el motivo de que el que iba a convertirse en un nuevo hotel de la ciudad, se mantenga en el estado de ruina que podemos ver hoy.
Existen aún testimonios de mujeres que recuerdan con gran cariño su infancia en esa institución, tanto cuando ésta estaba dirigida por religiosas, como cuando estaba dirigida por una directora y sus asistentes, que enseñaban a las niñas a bordar y a hacer tapetes, entre otras cosas “útiles” para su vida fuera de esas paredes.
A finales de marzo de 2014, un mes antes de nuestra incursión en sus ruinas, se publicó en medios periodísticos especializados que la Câmara de Sintra iba a apoyar la participación de 16 empresas del concejo en una muestra empresarial en Moscú. Uno de los hoteles escogidos para su publicitación entre los empresarios rusos sería el Hotel de Gandarinha, cuyo proyecto aguarda su materialización desde hace más de una década y media. Se hablaba de la oportunidad única de adquirir un hotel de cuatro estrellas en el mismísimo corazón de Sintra, implantado en 5.555m2 de construcción, con 96 habitaciones, 155 plazas de aparcamiento subterráneo y un área total de terreno de 5.843 m2. Se subrayaba así, la intención de reactivar el proyecto paralizado en 1998 valorizando el testimonio de su monumental pasado, recuperando los edificios existentes adaptándolos a las exigencias técnicas y funcionales de una unidad hotelera del siglo XXI.
No sabemos cómo acabará todo esto pero si podemos invitarte a acompañarnos en nuestra visita a ese evocador lugar. Presta atención a donde pones los
pies.
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