Charlie's Castle

Circulábamos por una carretera de las afueras cuando un edificio de peculiar aspecto llamó nuestra atención. Rodeada de terrenos de cultivo y de viñedos desatendidos, la que más tarde pudimos identificar como la Strickland House, más conocida entre los lugareños como Charlie’s Castle, se erigía ante nosotros iluminada por los últimos rayos de sol. No solemos internarnos en lugares desconocidos cuando la luz natural comienza a escasear, pero la construcción ejercía una atracción casi magnética, tan altiva como decadente al mismo tiempo. Atravesamos sus dominios y comenzamos a recorrer, provistos de linternas, sus numerosas estancias extremando las precauciones para no sufrir un accidente. Finalmente, el estado de conservación de suelos y techos era mucho mejor del que le suponíamos, pero debíamos darnos prisa en explorar la gigantesca casa para evitar atravesar sus descuidados jardines sin senderos en plena noche.

 

La construcción era en realidad un complejo dedicado, por un lado, al cuidado del campo y de los animales, con espacios para aperos y maquinaria. Naves enormes que, en otros tiempos, seguramente albergaron la cosecha o sirvieron para extraer el jugo de las uvas circundantes… quién sabe, pocas pistas encontramos al respecto. Por otro lado, completaban la edificación la zona residencial, dividida en varias plantas, la parte noble, en los pisos superiores. Un patio interior, habitaciones para los trabajadores, un desván y un sótano enorme con muebles apilados con mayor o menor suerte en materia de conservación.

Coronaba la casa una capilla y una terraza de suelos agrietados a punto de desvanecerse bajo nuestros pies. A lo largo de todas las estancias se repartían los símbolos religiosos que justificaban la presencia de esa capilla. La maltrecha fotografía de un religioso, un pequeño crucifijo y una medalla de la virgen en su envés, sugería la existencia de un antepasado ligado al clero. Muy cerca, el recuerdo de la primera Comunión de uno de los habitantes de la casa (del que iríamos conociendo su trayectoria vital a través de fotos y documentos de la escuela primaria, el instituto e, incluso, de su graduación en una universidad estadounidense, esparcidos aquí y allá), y más adelante, algunas fotografías a color de una anciana rodeada de monjas en lo que nos pareció un hospital o una residencia, terminaron por asentar la atmósfera católica que impregnaba la mansión.

 

Había allí una habitación que llamó especialmente nuestra atención. Sobre varias camas idénticas, dispuestas como si de un internado o un sanatorio se tratase, reposaban ropas, postales, esquelas, felicitaciones navideñas, bolsos y otros efectos personales. Armarios abiertos sosteniendo ropa de mujer perfectamente colgada y estirada, como esperando volver a cubrir la piel que añora pero que jamás volverá a vestir, marcaba una impronta humana difícil de ignorar.

Transitamos pasillos, baños, una cocina y distintas salas de estar antes de descender por la escalera noble del edificio. Atrás dejamos los mismos recuerdos encerrados en cartas, escritos, muebles y fotografías. Los mismos que los antiguos propietarios decidieron, quizás, también arrinconar antes de marchar.

 

Poco he llegado a averiguar sobre esta mansión desde que la visitamos. Según parece, uno de sus antiguos moradores prestó, ignorándolo, el nombre por el que los lugareños conocen el complejo: Charlie’s Castle (el castillo de Charlie). Sin embargo, el verdadero nombre de la finca es Strickland House y, según creo, actualmente pertenece al Gobierno quien ha sacado a concurso su uso ligado a un proyecto de conservación y utilización. Es una buena iniciativa que afectará también a otro buen centenar de construcciones del patrimonio histórico.

Respecto a su nombre oficial, Strickland House, ninguna información en la red. ¿Tendrá algo que ver esta casa con Gerald Strickland, miembro de la nobleza de ascendencia inglesa que llegase a ser Primer Ministro de Malta? ¿O tal vez con su hija Mabel, quien fuese fundadora de un grupo de comunicación y del Partido Progresista Constitucional? ¿Quizás con alguno de sus familiares? Los datos que alcanzo a contrastar me hablan de otra propiedad, Villa Bologna, como residencia de esta influyente familia pero, quién sabe… En todo caso, vuelvo a enfrentarme a una incógnita difícil de esclarecer sobre la que pienso seguir investigando.

 

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Sobre mí:

Curiosa por naturaleza, desde niña me embelesaron los ecos pasados que se me antojaban atrapados entre las paredes de los lugares abandonados que iba dejando atrás desde el coche de mi padre. Hoy, un poco más dueña de mis pasos, los dirijo allí para admirar la belleza oculta entre sus ruinas, inmortalizarla con mi cámara e indagar en la verdadera historia que, en otros tiempos, les dieron vida. Estos son mis locus amoenus ¿me acompañas?