Un vuelo barato de Ryanair y bienvenidos a uno de los paraísos de los exploradores urbanos. No nos fue difícil encontrar multitud de localizaciones preservadas en buenas condiciones y, sorprendetemente, ajenas al significado de los graffitis.
Evidentemente, no es éste que ahora presento el mejor ejemplo de lo que afirmo, en el que el paso del tiempo, la falta de conservación y algunas dosis de vandalismo, que arrampló con los materiales más valiosos, causaron estragos en esta preciosa villa.
La mansión se construyó en 1870 para servir de residencia al Profesor Salvatore Luigi Pisani cuando éste legó su antiguo hogar a su sobrina como regalo de bodas.
Salvatore L. Pisani, nacido en 1828, profesor de renombre de Anatomía Humana, Cirugía, Obstetricia y Ginecología, sirvió como cirujano voluntario en las filas del Ejército Británico hasta 1856, y llegó a convertirse en 1885 en Director General de Salud del Gobierno, lo que le supuso un aumento salarial y, de manera extraordinaria, una ayuda destinada al transporte, ya que en el momento de ocupar la nueva Villa vivía muy lejos de su puesto de trabajo. Más tarde, en 1895, Pisani fue distinguido por la reina Victoria como miembro de la Muy Distinguida Orden de San Miguel y San Jorge.
La casona, de hermosa arquitectura, fue construida con piedra y mármol. Muchas de sus habitaciones disponían de lujosas chimeneas e, incluso, se llegó a levantar un mirador que ofrecía estupendas vistas de los hermosos y extensos jardines y campos que rodeaban la casa. En el rellano del primer piso, frente a la desaparecida escalera, aún podemos observar los restos del que fuera un valioso mural artístico, obra del famoso pintor Lazzaro Pisani, amigo personal del dueño de la casa. Aunque hoy apenas son reconocibles sus formas, en él se reproducía la maravillosa vista que desde el mirador podía disfrutarse.
En la escalera que conducía a la ya desaparecida segunda planta, el Profesor ideó una serie de tres puertas provistas de un ingenioso sistema de bloqueo. Tras ellas, su valiosa colección de monedas y medallas estaban a salvo de posibles asaltos. Finalmente, Pisani donó estos tesoros al Museo de la nación en 1899.
Enfrentado a esta villa pero separado de ella por el campo, se erguía el Palacio Marnisi, con cuyos residentes Pisani llegó a un acuerdo de reciprocidad en caso de necesidad de ayuda. De este modo, instaló en la hornacina de la parte superior de la villa una campana que alertaría a sus vecinos de cualquier tipo de peligro que el profesor estuviese padeciendo. Se dice que el sistema fue utilizado en dos ocasiones durante sendos intentos de robo. Más tarde, en 1888, Villa Sans Souci entró en la nueva era de la comunicación del momento instalando un teléfono, con lo que pudo prescindir de la rudimentaria técnica de alarma basada en la campana.
Durante el tiempo en el que el Profesor ocupó la Villa organizó en ella múltiples eventos sociales en los que lo más granado de la alta sociedad del lugar encontraba un lugar de esparcimiento y reunión. Sin embargo, Pisani no disfrutó demasiado de su nuevo hogar, ya que el 27 de octubre de 1908, tras una larga enfermedad, falleció en su amada Sans Souci, desde donde el cortejo fúnebre partió, rodeado de multitud de personas, hacia el cementerio donde le esperaban muchos otros amigos para darle el último adiós.
A su muerte, la villa fue empleada como residencia de verano por sus herederos, su sobrina Giovanna y su esposo Lorenzo Mancha (quienes ya habían heredado la anterior residencia del Profesor) y sus descendientes. En la década de los años 30 y, durante un breve espacio de tiempo, la mansión se transformó en hotel pero, finalmente, ésta fue vendida por la familia en 1940.
La última noticia que he encontrado sobre esta mansión, más allá de las consabidas historias paranormales que suelen acompañar a este tipo de localización, es de marzo de 2010 y relata la intención que tenían sus actuales propietarios de restaurarla y convertirla en una casa de turismo rural, proyecto que, al parecer, no obtuvo los permisos necesarios. Ojalá salven los problemas burocráticos algún día y cuando lo hagan no sea demasiado tarde para este precioso edificio.
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