Mazinger Z

Cuarenta y dos años, casi una década más que yo, tiene sobre sus espaldas este personaje japonés manga. Apenas tengo recuerdos de él, más allá de su famosa exclamación "¡Puños fuera!" y una levísima reminiscencia de su aliada Afrodita A, aquella que, a pesar de lo que todos afirmaríamos sin dudar, jamás pronunció la famosa frase "¡Pechos fuera!", sino "¡Fuego de pecho!".

 

Precisamente, hace 38 años, en una urbanización de una localidad de Tarragona, se instaló como reclamo comercial, señuelo para que los pequeños arrastraran a sus padres hasta el lugar, una réplica en armazón de metal recubierto por fibra de vidrio de 10 metros de altura de este súper héroe construido por una empresa local, Fibrester. Y allí sigue, desafiando el paso del tiempo con ayuda de los vecinos que, de cuando en cuando, repasan el color de su pintura.

 

Cuentan que hace años podía ascenderse por el interior de la estatua hasta el mirador de su cabeza, de ello da fe una pequeña apertura en la parte posterior de una de sus puertas que fue clausurada con cemento después de que un niño sufriera un accidente (hay quien afirma que mortal, y que eso fue lo que frenó la construcción de una Afrodita en la parcela colindante) al intentar sentirse por un día el auténtico Kôji Kabuto. Parece que, en su afán de revivir esa experiencia no son pocos los que terminan abriéndose hueco en esa antigua trampilla que lo vecinos se ven obligados a volver a cerrar por seguridad, sin duda una falta de responsabilidad y de respeto hacia quienes vivien allí equiparable al vandalismo que, traducido en graffitis, se ceba a menudo con la famosa estatua.

 

La imponente figura pretendía ser el icono del parque infantil de una urbanización, Mas de Plata, que nunca llegó a construirse en tu totalidad por falta de compradores para sus parcelas. Acompañaba a este reclamo otra serie de figuras de mucho menor tamaño sacadas de la televisión infantil: Pedro y Heidi - figuras que, las malas lenguas, afirman que guarda algún vecino en su parcela - y hasta un pequeño castillo de madera del Cid Campeador cuyos restos aún perviven en su ubicación original, a las afueras de la urbanización.  

 

En 1979, La Vanguardia publicaba un reclamo publicitario de la promoción urbanística en la que no faltarían los castelllers y las sardanas.

 

Pinchando aquí podréis ver un pequeño vídeo de la época grabado en súper ocho y subido a youtube.

 

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Sobre mí:

Curiosa por naturaleza, desde niña me embelesaron los ecos pasados que se me antojaban atrapados entre las paredes de los lugares abandonados que iba dejando atrás desde el coche de mi padre. Hoy, un poco más dueña de mis pasos, los dirijo allí para admirar la belleza oculta entre sus ruinas, inmortalizarla con mi cámara e indagar en la verdadera historia que, en otros tiempos, les dieron vida. Estos son mis locus amoenus ¿me acompañas?