Escuelas Pías

Nunca he comprendido con tanta precisión e intensidad el significado de "quedarse con la miel en los labios" como en esta ocasión. Ante nosotros se alzaba, majestuoso, el destino que llevábamos tanto tiempo esperando visitar... demasiado, porque, al final, llegamos tarde a la localización que Pedro Almodóvar escogió en 2004 para rodar gran parte de la acción de su película La mala educación, o que Manuel Carrasco elegió en 2007 para grabar el videoclip de su canción Y ahora.

 

La impresionante construcción del siglo XVI fue propiedad del gobernador de Cataluña, Enric de Cardona, de ahí que aún se la conozca bajo el nombre de Cal Governador. Años después, pasó a manos de los Cones de Santa Coloma (siglos XVIII y XIX) y, finalmente, en 1890, lo adquirió el político y financiero Antonio Borrell Folch (1832-1910), quien encargó al General Guitart i Lostaló la construcción de los elementos más significativos de la finca en un estilo ecléctico en sus formas arquitectónicas con tendencia ya hacia el modernismo de la zona: el puente flanqueado por dos torres cuadradas, el castillo, la torre cilíndrica o la famosa Torre del Gobernador.

 

A su muerte, a modo de herencia, legó el complejo al servicio de la educación de las generaciones venideras. Así, en 1916, en virtud de un convenio firmado entre los albaceas del Sr. Borrel y Lluís Fábregas, padre provincial de las Escuelas Pías, nació el Instituto Borrell de las Escuelas Pías de Alella bajo la dirección del rector Josep Ricart. Poco a poco, el edificio fue acogiendo a estudiantes del entorno pero, con las mejoras y ampliaciones que se ejecutaron en las instalaciones, en 1925 las Escuelas ya estaban en disposición de albergar alumnos internos.

 

Desde entonces, con nuevas ampliaciones, la historia de estas escuelas vieron pasar entre sus paredes gran diversidad de alumnado. En un momento dado la Ley Republicana que prohibía la enseñanza a las órdenes religiosas obligó a transformar la Escuela en la Mutua Eduardo Llanas, dependiente de la Escuela Pía de San Antonio de Barcelona. Surgieron en ese momento las primeras asociaciones de antiguos alumnos, según se dice, introductores del baloncesto en la ciudad.

 

Entre 1940 y 1941 la finca se convirtió en Casa Colonia para los alumnos de las Escuelas Pías de Barcelona hasta su prohibición por parte del Gobierno Civil. Antes, en 1936, con el estallido de la Guerra Civil, los religiosos abandonaron el edificio y, en su lugar, fue ocupado durante 3 años por las niñas de un asilo madrileño. Al regreso de los Padres Píos, las niñas convivieron con la comunidad religiosa durante unos cuatro meses, momento en el que tuvieron que regresar a Madrid.

 

En septiembre de 1939 se reanudaron las clases para los alumnos externos y en 1941 lo hicieron para los internos. La creciente demanda obligó en 1957 a ampliar nuevamente las instalaciones. Finalmente, las nuevas exigencias pedagógicas obligaron a la supresión de las clases en 1979, momento en el que las Escuelas fueron destinadas a diferentos usos: ampliación del Colegio Público de Alella; Casas de Colonias; Escuela Agrícola de Formación Profesional de Santa Anna de Mataró; almacen de libros; vivienda habilitada a un grupo de personas con minusvalías; e incluso, se emplearon sus pistas deportivas para el uso de algunos colegios de Barcelona que carecían de ellas.

 

Finalmente, en el año 2000, la Comunidad echó el cierre y el Instituto Borrell se vendió al mejor postor (se dice que a una cadena hotelera con el propósito de convertirlo en un hotel de lujo) sólo un año después, el mismo año en el que el Ayuntamiento de Alella concedió la medalla de plata de la ciudad a la Escuela Pía en reconocimento a la labor formativa que había ejercido sobre los jóvenes de la ciudad durante antos años.

 

Desde entonces, e incluso hasta nuestros días, el complejo se sumió en el abandono y las visitas de todo tiempo se fueron sucediendo. Urbex, aficionados a la investigación de los fenómenos paranormales, curiosos y, por desgracia, vándalos encargados de destrozar el rico patrimonio que la finca poseía hasta dejarla en condiciones muy precarias.

 

A finales del pasado año, unas jóvenes se adentraron por la noche y sufrieron un accidente. Una de ellas estuvo tiempo ingresada y la propiedad amenazó con imponerles una multa. Como ocurre en estos lugares, hay que ser extremadamente precavido en nuestras visitas, nunca estamos exentos del riesgo que supone transitar por lugares abandonados a su suerte, que carecen de cualquier tipo de actuación de conservación y que han sufrido la acción destructiva de indeseables que no respetan nada.

 

Tras el accidente, el ayuntamiento obligó a la los propietarios a tomar medidas para impedir cualquier tipo de intrusión en la finca. Se tapiaron los accesos y se instalaron cámaras de seguridad. Sin que nosotros supiéramos nada de lo acontecido y teniendo en cuenta que habíamos visto multitud de reportajes más o menos recientes del lugar, nos decidimos a buscar un punto débil por el que entrar. Y lo conseguimos.

 

Ante nuestros ojos, el paraíso para cualquier urber explorer, colgada de mi cuello, mi inseparable cámara y a mi espalda, su mochila, con tarjetas de memoria y baterías suficientes para cubrir las más de cuatro horas que pensábmaos destinar a nuestro itinerario. Pero no estuvimos dentro ni 15 minutos. Tras hacer las pocas fotografías que muestro a continuación, mi acompañante se percató de la existencia de cámaras de seguridad, así que decidimos abandonar el lugar, no sin dificultad, por el mismo sitio por el que habíamos entrado, maldiciendo la mala suerte de haber planeado nuestra visita demasiado tarde, después de tanto tiempo en el que el acceso a la finca era tan habitual como inocuo.

 

Cabizbajos, rodamos el perímetro para hacer alguna otra foto y, entonces, sí, en las partes más expuestas de la propidad, pudimos leer la advertencia, anunciada en decenas de carteles, de la existencia de cámaras de seguridad conectadas a una conocida central de alarmas. Así acabó nuestra experiencia pero os animo a visitar otras páginas para poder recrearos con todo aquello que nosotros no pudimos ver en persona. Se trata realmente de un sitio espectacular.

 

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Sobre mí:

Curiosa por naturaleza, desde niña me embelesaron los ecos pasados que se me antojaban atrapados entre las paredes de los lugares abandonados que iba dejando atrás desde el coche de mi padre. Hoy, un poco más dueña de mis pasos, los dirijo allí para admirar la belleza oculta entre sus ruinas, inmortalizarla con mi cámara e indagar en la verdadera historia que, en otros tiempos, les dieron vida. Estos son mis locus amoenus ¿me acompañas?