Balneario Aguas Sulfurosas

No fue sencillo acceder a este emblemático balneario. Íbamos prevenidos de la existencia de un vagabundo que lo había hecho su hogar y que, según el humor del que se le pillase, tendría más o menos reparos en abrirnos la puerta, eso sí, siempre previo pago. Nos habían alertado también de la presencia de perros en la finca y, efectivamente, fueron sus pocos amigables ladridos los que nos recibieron. Traté de calmarlos arrollidándome hasta su altura y pronto comprendí que los cuatro animales representaban el papel para el que se les había adiestrado pero que, en el fondo, estaban deseando recibir los mimos que nadie les proveía. Sin embargo, al acercarse mi acompañante, los perros retomaron la arisca actitud que conmigo habían abandonado. Desechamos entonces la posibilidad de entrar por una puerta a la que ningún hombre se acercó, ni siquiera alertado por el ladrido de sus perro y a pesar del tiempo que pasamos aguardando su llegada. Sencillamente, no se encontraba allí.

 

Quienes sí llegaron hasta esa puerta con la intención de traspasarla pero en la misma dirección que nosotros, fueron tres miembros de Exploradores del Misterio en su sección catalana. Pronto hicimos buenas migas y, aunque los propósitos de nuestras respectivas visitas eran bien distintas, unimos nuestros esfuerzos para buscar una entrada en el que ya parecía un lugar inexpugnable. Afortunadamente, no fue así, y tras un tortuoso itinerario, hallamos por donde acceder.

 

Pese a que el paso del tiempo ha derrumbado ya las plantas superiores y que poco va quedando de su primera planta, el lugar bien merece una visita, sobre todo su planta inferior, aquella que albergaba el balneario. Todo el edificio está impregnado del desagradable olor a huevo podrido de las alguas sulfurosas que aún manan en su interior. Todo, a excepción de un tramo de un pasillo, en el que empecé a percibir el característico olor de las iglesias. Una veintena de metros más allá, nos topamos con una pequeña capilla sin santos a los que orar ni cirios que encender. Por lo que pude observar, hacía tiempo que nadie empleaba esa estancia con fines religiosos y me sorprendió haber identificado de forma tan clara el olor de esa estancia aún cuando ella misma hacía mucho tiempo que se vio desprovisto de él... Misterios sin resolver.

 

En aquel altar reposaba una especie de pañuelo rojo y, encarado a éste, una silla sosteniendo una prenda de ropa interior femenina del mismo color. Flores muertas, libros apilados, sillas desvencijadas que impedían la subida al pequeño coro y poco más componían una escena de los más extravagante. Una pintada con el nombre de un DJ nos indicó que en algún momento allí se había realizado una fiesta rave. Indagando por la Red descubrí que estaba en lo cierto, pero ni se me había pasado por la cabeza que el evento hubiera llegado a acoger más de 2.000 almas danzando al mismo ritmo.

 

Pero conozcamos un poco más sobre este hermoso lugar situado en la margen izquierda del río Llobregat. El que fuera inicio del negocio surgió gracias a las aguas sulfurosas que comenzaron a manar tras un terremoto documentado en el siglo XVIII. En 1718, el doctor Salvador realizó el primer análisis de este manantial, llegando a la conclusión de que contenía agua sulfurosa-sódica que brotaba a una temperatura constante de 32º centígrados, con un caudal de 4 litros por segundo que desembocaba en el río. Sin embargo, tuvo que pasar un siglo para que sus aguas fueran utilizadas con fines medicinales.

 

Sólo 11 años después, en 1829, el médico Antonio Coca y Rabasa, junto con un sastre de la cercana localidad de Esparraguerra, Salvador Garriga, decidió construir bajo su dirección facultativa dos edificios de baños a sendas orillas del río Llobregat. En 1831 Salvador, agobiado por la falta de recursos económicos que le impedía continuar el proyecto, puso fin a su vida, pasando su hermano a hacerse cargo de las obras asociado con Francisco Castells y Francisco Pedrosa.

 

En 1834 los edificios estaban ya en funcionamiento, pero las tremendas riadas de 1842 y 1843 se llevaron por delante los balnearios. Dos años después, Antonio Pujadas i Mayans, junto al comerciante José Oriol Negrevernis,  decidieron hacerse con los restos de ambos edificios para restaurarlos, uno, como balneario y el otro, como centro psiquiátrico. Pensaban captar para ello nuevos socios, pero las previsiones no se cumplieron, sobre todo por la peligrosidad del acceso al complejo debido a la cercanía de las tropas carlistas. Tras muchos problemas, la sociedad fue finalmente disuelta.

 

Precisamente de aquella época es el edificio que visitamos nosotros, proyectado por el arquitecto José Oriol i Bernadet, que pretendía levantar el balneario más grande de Europa. No le fue posible. Sin embargo, sí que consiguió realizar un bello trabajo en la galería con arcadas de los baños, los mismos que pudimos recorrer y fotografiar. Un poco más tarde, en 1858, se construyó un puente de madera sobre el río Llobregat que venía a unir el balneario con el camino de Esparraguera, lamentablemente, hoy inutilizado por su absoluta degradación.

 

Tras una ampliación del edificio del balneario, a finales del siglo XIX y principios del XX, por fin alcanzaría su momento de máximo esplendor, poniéndose muy de moda entre la burguesía de la época que se instalaba en el hotel Gori, de Olesa de Montserrat, unido al balneario por un servicio permanente de diligencias. Incluso la mismísima reina Isabel II acudió al balneario a tratarse con unas purgas.

 

Finalmente, el balneario cerró sus puertas en 1958, gravemente afectado por una nueva crecida del río cuyas consecuencias, en forma de tierra cuarteada, aún podemos observar, sobre todo en el piso inferior. Nada podía haber evitado ese desenlace, ya que el manantial medicinal brota a la misma altura del río.

 

Con esa riada se puso punto y final no sólo a un balneario, sino a un hotel en el que los huéspedes disfrutaban de sus amplios jardines, de servicios de peluquería, telefonía y médico, así como de una sala de reuniones, un salón restaurante, un cine y la famosa capilla en la que, en aquel entonces, sí se celebraban servicios religiosos.

 

Como anécdota cabe citar que este balneario sirvió de escenario para la grabación de dos vídeos musicales, El Patio, de Nacho Cano con Penélope Cruz, y Heart of Soul, del grupo británico The Cult. También el balneario fue el lugar escogido por el escritor catalán Pere Tobaruela para desarrollar la acción de su novela juvenil La clau d'aigua.

 

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Comentarios: 4
  • #1

    angelica (martes, 01 abril 2014 19:29)

    Qe pasada .gran reportaje!!! Nora buena. Qe tarde pasamosss.recuerdos los 3.esa bajada colina.jajjaj

  • #2

    ricadortega (miércoles, 02 abril 2014 23:19)

    Uffff! Vaya historia! Me ha en cantado el relato....las fotos...no se si te parecerá o no un cumplido, pero me recuerdan muchísimo al las imágenes que tengo del Titanic cuando salen en los documentales (claro está, sin ser un barco y sin agua de por medio jejej), silencio, melancolia...te pregantas que habrá pasado en esos pasillos y en esas habitaciones...Genial, me has enganchado

  • #3

    mislocusamoenus (jueves, 03 abril 2014 00:16)

    ¡Gracias, Angélica! fue una visita muy interesante a la par que aventurera jajajaja, menos mal que la salida fue menos accidentada, a pesar de que podía incluso haber sido peor... Ya me dirás si conseguisteis algo de aquel lugar. Besos para los tres de los dos ;-)

  • #4

    mislocusamoenus (jueves, 03 abril 2014 00:17)

    ¡Muchas gracias, Ricardo!, bienvenido a los relatos de mis locus amoenus, espero que los disfrutes tanto como yo visitándolo. Un saludo.

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Sobre mí:

Curiosa por naturaleza, desde niña me embelesaron los ecos pasados que se me antojaban atrapados entre las paredes de los lugares abandonados que iba dejando atrás desde el coche de mi padre. Hoy, un poco más dueña de mis pasos, los dirijo allí para admirar la belleza oculta entre sus ruinas, inmortalizarla con mi cámara e indagar en la verdadera historia que, en otros tiempos, les dieron vida. Estos son mis locus amoenus ¿me acompañas?