Convento bajo la Lluvia

En 1576 este convento acogía entre sus gruesas paredes a una comunidad de monjas calatravas. Medio siglo después, y durante más de 70 años, las monjas franciscanas clarisas tomaron el relevo de sus antecesoras y, finalmente, desde 1703 y hasta la década de los 70 del siglo pasado, vivieron en este edificio las monjas concepcionistas.

 

Como sucedió con otros conventos y monasterios de la época, la Desamortización de Mendizábal lastró la mayor parte de sus rentas pero, finalmente, sólo fue la falta de vocaciones la que abandonó a su suerte esta edificación. Y, desde entonces, desgraciadamente, el paso del tiempo no ha hecho más que ahondar en la degradación de sus pedregosas estancias.

 

Pasear por sus pasillos, adentrarse en las que fueran las celdas de las religiosas; visitar su iglesia, desposeída ya de su retablo plateresco; fisgar en su última planta, bajo el tejado, para descubrir las jaulas destinadas a las gallinas; recorrer las cuevas de los sótanos, morada de murciélagos a los que nadie perturba; caminar por sus jardines, otrora seguramente cuidados con primor... y todo eso bajo el incesante repiqueteo de la lluvia. 

 

Una estupenda experiencia que nos trasladó a otros tiempos, cuando los hábitos de sus moradoras acariciaban el suelo y el eco de sus pasos resonaban entre las paredes en apresurado ritmo para no demorar su presecia a la llamada de los Maitines.

 

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Sobre mí:

Curiosa por naturaleza, desde niña me embelesaron los ecos pasados que se me antojaban atrapados entre las paredes de los lugares abandonados que iba dejando atrás desde el coche de mi padre. Hoy, un poco más dueña de mis pasos, los dirijo allí para admirar la belleza oculta entre sus ruinas, inmortalizarla con mi cámara e indagar en la verdadera historia que, en otros tiempos, les dieron vida. Estos son mis locus amoenus ¿me acompañas?