Venta del Hoyo

Sin palabras, absolutamente enamorada del sitio y soprendidísima de no habérmelo topado antes o, al menos, de no haberme fijado mejor para no haber demorado tanto la visita.

 

Muchas son las historias que circulan en torno este espectacular complejo. Yo he tratado de documentarme de la forma más fidedigna posible pero, como suele suceder en casos de construcciones tan antiguas, muchas son las lagunas que aún tengo que rellenar, ojalá algún día pueda volver sobre este artículo con el propósito de arrojar la luz que hoy no podré. Ya aviso de que la documentación encontrada, tras muchos días dedicados a ello, es cuantiosa, por lo que el reportaje es mucho más amplio de lo que viene siendo habitual (y el que avisa no es traidor). Comencemos, pues:

 

En lo que antaño fue la Finca de Rey, en pleno camino real de Toledo a Valladolid, se halla la finca Venta del Hoyo. Su entonces propietario, Antonio Vélez Hierro, vecino de Madrid aunque oriundo de Arcicóllar, tenía allí una casa de campo en la que solía pasar, junto a su familia, los fines de semana. Enfermo de diabetes, el Sr. Vélez le confesó a su médico la mejoría que presentaba cada vez que pasaba cierto tiempo en su finca. El paciente estaba convencido de que el agua de un manantial que regaba su jardin y abastecía el consumo de la familia era el origen de su recuperación. Corría el año 1917 y poco se sabía de esa enfermedad, así que el Instituto Nacional de Higiene de Alfonso XIII procedió a realizar un análisis de las aguas que certificó el mismísimo Ramón y Cajal quien, según palabras del Sr. Vélez recogidas por la prensa, le animó a construir un balneario para el bien de la humanidad.

 

Tirando de la hemeroteca de ABC encuentro algo sorprendente, el informe completo del análisis, por algún motivo reproducido en el diario en abril de 1926  de la forma siguinte: "En la finca de D. Antonio Vélez, llamada Venta del Hoyo (...) abrióse un pozo de diez y siete metros de profundidad en el que, antes de llegar a la capa impermeable, brota un cantidad de agua evaluada en cien litros por hora. El agua captada en malas condiciones es algo turbia por pequeñísimas cantidades de arcilla que mantiene algún tiempo en suspensión. El agua emerge a 16 grados centígrados de reacción debilmente ácida (...) El agua no tiene en su composición nada de extraño que la haga considerar como medicinal si no se toman en cuenta otras proporciones de nitratos alcalinos y muy pequeña también de manganeso (...) a estos dos factores hay que atribuir los prodigiosos efectos del agua de la Venta del Hoyo en las enfermedades motivadas por alteración de los mecanismos que integran el proceso metabólico". El informe, firmado el 21 de marzo de 1917 por el Jefe de Sección del Instituto, Obdulio Fernández, cuenta también con el aval de su Director, Ramón y Cajal.

 

Según la interpretación que se le dio al informe, las propiedades del agua eran capaces de curar la diabetes y de ayudar en los casos de hiperclorhidria y ulcus gástrico. ¿Qué tenían esas aguas que fueron declaradas de utilidad pública dos años después y que fueron premiadas en la Exposición Nacional de Medicina e Higiene de Madrid celebrada en 1919? La respuesta no tiene precio. Según reza la publicidad de la época al respecto, se trataba ni más ni menos que de aguas bicarbonatado-cálcicas, nitratado-sódicas y, ojo al dato, radioactivas. Y es que en aquella época el adjetivo "radiactivo" era sinónimo de saludable. El causante de este furor fue el descubridor del electrón y los isótopos, J. J. Thompson quien, en 1903 publicó en una revista que había descubierto presencia de radioactividad en el agua de un pozo. Analizados los manantiales más famosos del mundo se obtuvieron idénticas conclusiones y, aunque esta presecia era debida a las emanaciones de gas radón producido por el radio presente en los suelos, pronto se asoció la radioactividad de las aguas a un alto poder curativo. El reputado doctor C. G. Davis señaló que "La radioactividad previene la demencia, despierta emociones nobles, retrasa el envejecimiento y proporciona una vida alegre y juvenil". También el profesor Bertram Boltwood, de la universidad de Yale, explicó la base científica para la cura sosteniendo que "la radioactividad lleva la energía eléctrica en las profundidades del cuerpo, que estimula la activida celular, despertando todos los órganos excretores y secretores y haciendo que el sistema libere los desechos, además de ser un agente destructor de las bacterias".

 

Y así comenzó el gran negocio de la familia Vélez, primero con la puesta en marcha de la industria de explotación del agua milagrosa protegiendo el pozo y levantando en la desembocadura de su fuente una representación del escudo de Toledo en azulejos (aún hoy podemos admirar sus vestigios), a cuyo acto acudieron grandes personalidades del momento que observaron de primera mano cómo el capellán mozárabe José de la Llave bendecía el manantial y, más tarde, con la construcción de un balneario que aprovechase las aguas, de una pensión y de un restaurante, anunciada en rueda de prensa el 23 de julio de 1917. El proyecto tuvo un presupuesto de 506.000 pesetas de la época y, finalmente, se inauguró el 24 de julio de 1918 con una fiesta por todo lo alto a la que acudió lo más granado de la sociedad toledana y madrileña.

 

Previo pago, en el balnerio, de cuyo edificio sólo se conservan la fachada delantera con su cartel anunciador pintado sobre azulejos y los restos de su fuente en un mosaico con el escudo del águila bicéfala toledana al que ya nos hemos referido, los enfermos de diabetes podían recibir un "curativo" baño que pondría remedio a su enfermedad. Por cientos se contaban las cartas remitidas al Sr. Vélez por enfermos que juraban haberse curado en poco tiempo gracias a la ingesta de sus aguas, entre ellos, por el mismísmo Antonio Maura, así como por parte de muchos miembros de la aristocracia espaola. Toledanos llegados de los 7km que separaban este paraje de la capital y personas llegadas de todos puntos de España empezaron a degustar los platos que se servían en el que pronto se convertiría en el restaurante asador - de enorme chimenea a carbón en la que cocinar - más afamado y prestigioso de la ciudad, del que sólo se conservan las fachadas y la chimenea. Al fin y al cabo, si la comida resultaba copiosa y el sopor embotaba los sentidos de los comensales, siempre podían quedarse a dormir en la pensión que disponía de habitaciones cuyo precio oscilaba entre las 12 y las 35 pesetas.

 

Parece que el balneario gozó de cierto éxito de visitas y pernoctaciones y no era inusual encontrar a sus huéspedes relajándose al sol en la terraza delantera de la pensión o refugiándose de éste bajo el toldo del que aún se conservan los anclajes metálicos que lo sostenían. Durante el tiempo en el que se abría al público (de junio a septiembre), los clientes se alojaban en la planta superior del edificio, mientras que en la planta baja tenían sus dependencias privadas la familia Vélez, una recepción, una pequeña cocina con alacena, un baño y una oficina. En la parte trasera de la casa los caballos podían descansar en las cuadras, aún visibles, sobre las que se sigue erigiendo el depósito de agua que surtía la planta superior.

 

Las propiedades curativas del agua no se aprovechaban sólo como uso tópico en sus baños, también y, sobre todo, se bebía. De este modo, pronto empezaron a embotellarse y a venderse por miles botellas con el preciado líquido que podían adquirirse en la misma venta (parece que hasta por garrafas) en los depósitos de Madrid de Pérez Martín y Calle Alcalá, y en todas las farmacias del país. Se hablaba entonces de que el mantial abastecía más de 30.000 botellas anuales y del pensamiento de abrir delegaciones en el país luso y en América.

 

En el año 1921, Antonio Vélez ofrecía a los soldados toledanos combatientes heridos en la guerra del Rif mil botellas de agua y 20 camas para los enfermos. Un acto patriótico que tuvo su eco en la prensa.

 

El negocio continuó tras la muerte del Sr. Vélez, acontecida en 1924, capitaneado por su yerno, Manuel San Juan, si bien limitando la explotación del manantial para no agotarlo. Dos años después de la defunción del propietario, su viuda, la Sra. Celedonia Fernández de la Torre e hijos construyeron una pequeña capilla de la que hoy sólo quedan las paredes laterales. Según El Castellano, durante su inauguración, celebrada con una elegante recepción con catering a cargo de la empresa madrileña Casa Molinero, la Sra. Filomena Rodríguez, viuda de Fernández Gómez, presuntamente curada de su "gravísima diabetes", recibió un homenaje ,materializado en forma de placa por su donación de una imagen de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa para el retablo de la Capilla, bendecida por el deán José Polo Benito. En el acto se echó de menos a uno de los hijos de los Vélez, Ambrosio, fallecido en Madrid el 1 de Marzo, a los 35 años de edad (el 22 de febrero de 1908 el matrimonio ya había perdido a un hijo, Manuel, a los 6 años de edad). Sobre la ermita, se explica en la publicación, que "alegre y severa, de discreta evocación gótica" fue construida siguiendo las directrices del yerno de la viuda de Vélez, el capitán Manuel San Juan, marido de Isabel Vélez Fernández. Pero el dato más importante, además del listado permonarizado de las altas personalidades civiles, militares, políticas y reigiosas que asistieron al evento, es la afirmación que en él se hace de que ocho años antes la Venta expedía unas 10.000 botellas, mientras que, en ese momento, y sólo a los mercados de Méjico, Cuba y Argentina se exportaban ya 200.000 botellas, datos que dan fe de la evolución progresiva del negocio inaugurado por Antonio Vélez que en su momento se enorgulleciera de las 30.000 botellas anuales que producía.

 

Existe otro artículo de El Castellano en el que, un año antes de que se erigiera el balneario, se entrevista al Sr. Vélez en compañía del Gobernador, Sr. Sebastián; el Vicepresidente de la Comisión Provincial, Sr. Conde y el capellán mozárabe, Sr. de la Llave, quien, comon sabemos, durante su visita bendijo las aguas. Tras esto, junto al resto de invitados, se degustó un banquete servido por la Casa Excelsior, de Madrid. En el artículo, el Sr.Vélez se quejaba de que la demanda de agua era mucho mayor de la que era capaz de producir el pozo pero revela que, algo más arriba del primero, se había descubierto otro pozo  cuyas agua estaban todavía pendientes de análisis. Conocemos también por este artículo que el Adminitrador de las aguas era el Sr. Trinidad Martín Albert, de Bargas; que la ornamentación pictórica del balneario sería encargada al toledano Enrique Vera (supongo que de su autoría son los restos que hoy podemos ver en la casa); y, muy importante, que entre los proyectos del Sr. Vélez estaba la construccion de la estación de ferrocarril Venta del Hoyo para dar respuesta a las necesidades futuras del balneario.

 

Sin embargo, y aquí comienza la nebulosa de datos, ignoro la fecha y el motivo del cierre de un negocio en auge como éste. Hipótesis hay para todos los gustos: que el pozo se secó y a pesar de los esfuerzos por explotar otra veta del manantial no fue posible; que se llegó a la conclusión de que las aguas no tenían las propiedades curativas que se le atribuían; que la radiación se pierde al ser embotellada y, con ella, sus beneficiosas cualidades (a este respecto, es interesante bucear en la Red par descubrir los artilugios que se vendían por todo el mundo en esa época para "revitalizar" la radiación del agua en los propios hogares)... en fin, especulaciones que no nos llevan a ninguna conclusión así que paso a enumerar algunos datos que he podido recoger sobre esta finca.

 

Por un lado, no quiero dejar pasar la influencia de Antono Vélez Hierro en la sociedad toledana de la época. Fallecido en su finca Venta del Hoyo en 1924 el que fuese distinguido y acaudulado abogado originaro de Arcicóllar, fue también diputado provincial por el Distrito de Toledo-Illescas, al igual que lo fue su hermano Ambrosio de 1920 a 1923. En un artículo de ABC publicado en 1911 respecto a las elecciones provinciales celebradas el 12 de marzo, con el recuento aún en marcha, se da ya por asegurado el triunfo del conservador Antonio Vélez Hierro como Diputado.

 

Cuando en 1916 se funda la Real Academia de Bellas Artes de Toledo, el Sr. Vélez dona una lápida sepulcral hebreaica exhumada por unos labradores de sus tierras. Se trataba ni más ni menos que de la lápida del magnate judío Rabí Moisés Abi Zardiel, fallecido en 1355 y coetáno del rey Alfonso XI.

 

El 8 de agosto de 1927 falleció en Arcicóllar la viuda de Sr. Vélez, Dña. Celedonia Fernández de la Torre. Su obituario informa de que, entre otros lugares, la misa por su eterno descanso se producirá en la ermita de su finca. Casi cuatro años después, el 8 de mayo de 1931 el períodico El Castellano publicó el obituario correspondiente a la muerte en Madrid, el 1 de mayo, de la hija del Sr. Vélez, Dña. Isabel Vélez Fernández de la Torre, Viuda de San Juan. Gracias a esta publicación descubrimos que a la difunta sobrevivieron dos hermanos, Dña. Patrocinio y D. Antonio, así como cuatro hijas. También sabemos que la ermita aún seguía cumpliendo su labor religiosa ese año, dado que el obituario, además de las misas que se celebraron por su alma en Arcicóllar y Madrid, anunciaba para el primer día de junio una misa gregoriana en la ermita de la Venta.

 

¿Cuándo dejaron de funcionar el balneario y la pensión, entonces? ¿Quizás con la irrupción de la Guerra Civil?

 

El 17 de julio de 1936, el profesor de la Escuela de Gimnasia y capitán militar, Luis Alba Navas recibió orden de acuartelamiento para encerrarse en el alcázar a consecuencia del alzamiento militar del Coronel Moscardó. Durante la defensa y asedio del Alcázar, el ejército del Gobierno, el republicano, privado de las armas almacenadas en la Fábrica de Armas en virtud de la traición de Moscardó, se sirvió de técnicas propagandísticas para minar el ánimo de los sublevados y reestablecer el orden democrátio en todo el país. En este sentido, se llegaron a trucar fotografías en las que se reproducía la rendición de los ocupantes del alcázar y se emitieron noticias al respeto, mientras que sobre el alcázar se arrojaron desde avionetas pasquines con falsas noticias acerca de la rendición del resto de los sublevados. Preocupado porque estos últimos depusiesen las armas creyendo una derrota de los ocupantes del Alcázar, al capitán Alba se le ocurrió partir a Madrid para informar sobre la situación real y, para ello tomar el carnet y vestir las ropas de un miliciano comunista asesinado. Disfrazado de este modo, cruzó a nado el Tajo bajo el castillo de San Servando y 17 km más allá, frente a la finca Portusa donde tenía arrendada la caza menor, con ayuda de un trabajador, volvió a cruzar el río en busca de un tal Basilio que, en Burujón, habría de dejarle un vehiculo. Al llegar al ayuntamiento del pueblo bajo la identidad falsa del comunista solicitó el coche de Basilio para llegar hasta Arenas de San Pedro donde transmitir una orden del Comité de Toledo. Sin embargo, sus planes se desbarataron cuando un joven del pueblo que había hecho el servicio militar bajo su servicio, instintivamente le saludó como "mi capitán". Descubierto su embuste se le trasladó en coche hasta Toledo donde, justo frente a la Venta del Hoyo, el vehículo sufrió un accidente del que el resto de ocupantes culparon a Alba. Los entonces arrendatarios de la finca, los hermanos Martín, oriunos de Yunclillos salieron a su encuentro y cuando Alba, en contra de las órdenes del guarda de asalto que pretendía canjear en Toledo al apresado por algunos rehenes retenidos en el Alcázar, recibió un disparo mortal por parte de uno de los milicianos que ocupaban el coche el 25 de julio de 1936, quedando tendido en la cuneta, le recogieron y cubrieron el cuerpo con mantas para protegerlo del ataque de las alimañas para que fuese recogido por un coche estufa al día siguiente. Se daba la circunstacia de que el fallecido había cazado en multitud de ocasiones en la Venta del Hoyo junto a su amigo Eugenio Benayas.

 

De este relato histório deducimos que, si no el balneario, sí el coto de la finca de la Venta del Hoyo estaba siendo explotado durante los años previos al conflicto bélico, y puede que durante éste, arrendado por unos hermanos apellidados Martín.

 

Por otro lado, leyendo una entrevista al que fuera laureado ciclista toledano, Moisés Alonso Martín, descrubro que éste se trasladó a los 7 años con su familia a vivir, desde Arcicóllar, lugar de origen de los Vélez, hasta la Venta del Hoyo. Su padre era el encargado de la finca y del balneario y, como ésta distaba 7 km de la ciudad de Toledo, le compró una bicicleta a Moisés para que pudiese acudir a la escuela y, de paso, llevar consigo sendos cántaros de leche obtenida de las vacas de la finca con la que surtir diferentes comercios de la capital. Cuenta El Sr. Alonso en la entrevista que, al estallido de la guerra, toda la familia abandonó la finca al tiempo que las tropas del capital Valera avanzaban hacia Toledo. Así, Moisés y sus padres vivieron primero en Madrid para, después de recalar en otros puntos de nuestra geografía, terminar estableciéndose en Albacete. Por su parte, Móisés, ya casado, se trasladó a Palencia y años después regresó a la provinciade Toledo donde en Olías del Rey adquirió diversos terrenos donde comenzó vendiendo bicicletas (llegó a contratar al otro gran ciclista, Bahamonde), y terminó vendiendo automóviles y accesorios, negocio que continuaron sus dos hijos. Pero de la Venta del Hoyo ya no volvemos a saber nada más de su boca, murió en Toledo, a los 96 años en julio de 2012.

 

También la hemeroteca se hizo eco, en 2007, de que la empresa murciana Fargrec Inmo S.L. y la madrileña Sociedad Miratorre S.A. habían comprado la Venta del Hoyo a la familia San Juan (herederos del matrimonio formado por la hija del Sr. Vélez y la Sra. Fernández de la Torre, Isabel, fallecida en 1931, y Manuel San Juan) con el fin de construir un complejo hotelero para convenciones y celebraciones, un proyecto urbanístico de viviendas y la recuperación del balneario, la ermita y la venta. Sin embargo, en 2010, la Junta de Gobierno Local de Toledo concedió la licencia a la empresa «Hormigones Simón S.L.» para la puesta en funcionamiento de una planta de hormigón en el paraje de la Venta del Hoyo, donde, efectivamente, se encuentra actualmente hoy ubicada tras la pensión, .

 

Existe, pegada a la pensión de la Venta una construcción llamada Finca del Hoyo aparentemente abandonada, si bien, pese a su estado de decrepitud, no lo está en absoluto. Nosotros visitamos dos veces la Venta el mismo día con el propósito de fotografiar el edificio en el que se situaba el restaurante por la noche. Hasta en tres ocasiones, distintos conductores que circulaban por la cercana carretera se acercaron hasta nosotros interesados por nuestras intenciones. Este interés demostrado por ciudadanos anónimos y la cercanía de la finca contigua ocupada creo que, felizmente, han evitado mayores daños en la Venta más allá de los del paso del tiempo. No encontramos graffitis o, al menos, no al uso, y me sorprendió enormemente la limpieza del suelo de una de las estancias, como si alguien se dedicase a barrerlo a diario. Sólo una desagradable y siniestra sorpresa nos esperaba dentro de la casa, en la última habitación que visitamos: un perro, probablemente de raza pitbull, mostraba su piel acartonada, totalmente momificada, tumbado con sus cuatro patas unidas en un eterno sueño bajo los restos de un Cristo crucificado.

 

En otras habitaciones, citas del Manifiesto Dadaísta (1918) escritas a lápiz en las paredes y, por último, una nueva incógnita que no he podido resolver. Escrito en otra pared, también a lápiz, casi ilegible, consigo apenas fotografiar y leer: "Regimiento de Infantería Argel 27" y "Manuel Ferreiras, III Año Triunfal". El resto, he sido incapaz de descifrar a excepción del dibujo pobremente ejecutado del perfil de un hombre de cabello rizado. ¿Qué significa todo esto? Hasta donde sé, el Regimiento de Infanteria Argel 27, nacido en Cáceres, pronto se sublevó y se desplazó al frente del norte del país, participando en la acción de Escamplero (Asturias) en la ruptura del cinturón de hierro de Bilbao y en la acción Carabanchel Bajo-Usera, pero no tengo constancia de que se encontrasen en tierras toledanas en 1938.  ¿Quién fue Manuel Ferreiras?, ¿Se refugiaron  algunos milicianos durante la contienda en la Venta? y, en conclusión ¿Fue cerrado el balneario y la Venta con motivo de la Guerra Civil? Incognitas sin resolver, como suele suceder en estos casos. Hay quien incluso me asegura que, siendo trabajador de Telefónica, no hace mucho tiempo, empleó la Venta como almacén de la compañía, entonces, de propiedad estatal, y más recientemente, en posteriores visitas he encontrado sobre sus paredes escritos referentes a cantidades y precios de recogida y explotación de distintos productos de la tierra.

 

Ojalá algún día llegue a conocer más datos sobre este lugar que tanto me ha fascinado y que, seguro, continuaré visitando.

 

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Comentarios: 4
  • #1

    ricardortega (miércoles, 02 abril 2014 23:40)

    Es el segundo de los relatos que leo. Escogido al azar, no me ha defraudado. Está claro que le has dedicado horas de documentación. Yo vivo cerca de Toledo y cero que sé dode está este sitio. Intentaré visitarlo algún dia. Saludos.

  • #2

    mislocusamoenus (jueves, 03 abril 2014 00:19)

    Es un lugar muy especial, gracias por no desvelar su ubicación concreta. Seguro que, si lo visitas, te encantará. Saludos.

  • #3

    isabel (jueves, 02 abril 2015 15:11)

    todos los que somos de Toledo conocemos su ubicacion y es un lugar "especial". Enhorabuena por tu blog

  • #4

    Juan Manuel Lara San Juan (lunes, 20 junio 2016 20:37)

    Hola. Soy Juan Manuel Lara San Juan, nieto de Doña Isabel Vélez Fernández de la Torre y del Capitán Don Manuel San Juan Otero y, como es lógico, bisnieto de Don Antonio Vélez Hierro y de Doña Caledonia Fernández de la Torre, fundadores del Balneario y las Aguas de Venta del Hoyo.
    Dada mi edad, 64 años, no solo conozco la historia de mi familia, si no que en parte la he vivido en primera persona o a través de mi madre, de mis tías, tías abuelas y tía bisabuela, por lo que si es de su interés, le puedo hacer un resumen mas o menos pormenorizado de la historia de la finca y de las personas que usted cita en su escrito.
    Mi e-mail es jml@desjuridico.com donde, si tiene interés, podrá dirigirse para las cuestiones que desee corroborar o ampliar.

    Quedo a su disposición y agradecido al interés que ha demostrado por mi familia y por la citada finca.

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Sobre mí:

Curiosa por naturaleza, desde niña me embelesaron los ecos pasados que se me antojaban atrapados entre las paredes de los lugares abandonados que iba dejando atrás desde el coche de mi padre. Hoy, un poco más dueña de mis pasos, los dirijo allí para admirar la belleza oculta entre sus ruinas, inmortalizarla con mi cámara e indagar en la verdadera historia que, en otros tiempos, les dieron vida. Estos son mis locus amoenus ¿me acompañas?