No hay demasiados datos sobre esta antigua harinera ni su visita tiene un acceso sencillo. El imponente edificio que sobresale por encima de todas las edificaciones del municipio está rodeado por un muro de varios metros de altura y, aunque finalmente encontramos la forma de acercarnos a él, introducirse en el interior ya fue harina de otro costal, y nunca mejor dicho.
El edificio consta de tres plantas en relativo buen estado de conservación, si bien el tejado está ya cediendo causando daños en el último piso, donde las palomas empiezan, además, a campar a sus anchas. En la planta baja podemos visitar los almacenes de trigo y de la harina ya procesada, así como la magnífica maquinaria de madera, corazón de la fábrica de harina.
En el interior, cabe destacar el suelo y la elaborada escalera de madera pero, sobre todo, el mostrador que hiciera las veces de recepción, así como la instalación eléctrica original. En las plantas superiores descubrimos las compuertas por donde caía la harina y que desembocaba en el almacén de la planta baja.
Actualmente, el edificio tiene todas las puertas y ventanas clausuradas para prevenir el vandalismo pero, ya se sabe, a veces lo que parece imposible no lo es tanto y con no poco esfuerzo nosotros pudimos fotografiar su interior y recorrer con sumo cuidado sus tres pisos. En la planta baja, además de la recepción ya mencionada, descubrimos una sucesión de estanterías almacenando cajas de tornillos de casi todas las dimensiones y grosores, a todas luces un uso del espacio posterior al cierre de la fábrica. Desperdigados por el suelo algunos cachivaches antiguos de escaso valor se resguardan de las inclemencias del tiempo, un baúl maltratado por el paso del tiempo, una vieja cuna, cercos de ventana de madera dañada, un par de bastidores de costura… pero la atmósfera que se respira en su interior, así como la espléndida maquinaria original de la harinera bien valen una visita por dificultosa que ésta resulte.
Del exterior no podemos pasar por alto la imagen de la Virgen que da nombre a la fábrica, La Milagrosa, pintada sobre azulejo por el mismísimo maestro ceramista Ruíz de Luna, quien fuese hasta su muerte referente por excelencia de la decoración de la famosa cerámica talaverana. Gracias al tejadillo que pende sobre ella, la imagen, flanqueada por dos farolillos, se halla en perfecto estado de conservación.
De la poca información que he encontrado respecto a esta harinera he sabido que, tras su cierre, fue alquilada o comprada por un forastero que tenía contratado a unos guardeses para que se hicieran cargo de unas cuantas ovejas y cabras, unos perros y, por supuesto, del cuidado de la propia harinera.
También he sabido (aunque este punto está por confirmar) que durante la época de la Guerra Civil y la posguerra fue una de las cárceles de Navahermosa, quién sabe si no la misma en la que estuvo una temporada Marcelino Camacho.
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