Finca El Pino

Otro ejemplo de las maravillosas fincas de la Huerta alicantina nos lleva al extremo opuesto de Finca San Clemente. La edificación, construida a mediados del S.XIX en estilo ecléctico y planta de cruz griega imperfecta, parece que fue propiedad de los barones de Finestrat y no, como suele referirse, del que fuera alcalde, Francisco Alberola, dueño de una finca ya desaparecida llamada Finca Clavería.

 

Se dice que hasta el año 2004 la finca contaba con una familia de caseros que velaban por su integridad. Una vez despedidos éstos, la construcción ha sido víctima de múltiples saqueos que han afectado gravemente tanto su fachada como su interior. Muestra de este expolio lo constituye el derribo y robo del porche del palacete, la desaparición de los elementos metálicos y el tejadillo de la pajarera de su jardín, la destrucción del pavimento de mármol o la desaparición de la barandilla de sus escaleras interiores.

 

Rodea la construcción un conjunto de establos en mal estado en el que parece que vive un grupo de gente, dueño, por cierto, de un enorme mastín que salió a nuestro paso, por fortuna sin malas intenciones. Al fondo, otra finca que ha corrido mejor suerte, Ruaya, reconvertida en establecimiento hostelero. Ambas construcciones pertenecieron a la misma familia y dadas en herencia a sus dos progenitoras.

 

La Finca el Pino fue vendida, a excepción de los 1.000 metros cuadrados que bordean la construcción, con la intención de llevar a cabo su recuperación, hecho que, por el momento, no se ha producido ni tiene visos de producirse. Las ventanas abiertas no hacen sino acelerar su decadencia por la humedad de la zona.

 

Todos los objetos de valor del palacete fueron robados hace tiempo: mobiliario, obras de arte, cristalería, objetos de decoración, cuberterías de plata, libros, etc. Hoy en día, en su interior sólo encontramos restos maltratados de lo que fuera su cocina, unas peligrosas escaleras a punto de venirse abajo que nos aventuramos a subir con atenta parsimonia y, en su última planta, una cubierta revestida de madera, hogar de multitud de palomas.

 

Llama la atención la ingente cantidad de textos religiosos que se esparcen por el suelo junto a algunos de temática jurídica. Hay testimonios que hablan de la figura de una virgen decapitada en la casa pero nosotros, aparte de estos escritos, sólo encontramos pinturas infantiles decorando una de las paredes de la primera planta.

 

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Sobre mí:

Curiosa por naturaleza, desde niña me embelesaron los ecos pasados que se me antojaban atrapados entre las paredes de los lugares abandonados que iba dejando atrás desde el coche de mi padre. Hoy, un poco más dueña de mis pasos, los dirijo allí para admirar la belleza oculta entre sus ruinas, inmortalizarla con mi cámara e indagar en la verdadera historia que, en otros tiempos, les dieron vida. Estos son mis locus amoenus ¿me acompañas?