Puertas y ventanas han sido concienzudamente protegidas por rejas para impedir el paso a curiosos como nosotros, si bien nada ha detenido la huella de los grafiteros que no han respetado las fachadas de la casa de dos planta en la que, además de la balconera, destaca un precioso reloj de sol rectangular.
Parece que hay un convenio firmado desde hace tiempo con la Cámara de Comercio que, entre otras actuaciones, recoge la rehabilitación de esta finca que pasaría a albergar un museo sobre la vida y obras del antiguo propietario, Gabriel Miró.
Esperemos que no sea demasiado tarde y pronto podamos pasear por sus ya saneadas entrañas.
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