Quién mejor que ella para hablarnos del suntuoso lujo que atrajeron sus aguas termales. Quién mejor para narrar las historias de los cientos de niños desfilando, con el pelo rapado, por los largos corredores. Qué mejor espectador de los misterios que encierran aún sus paredes. Y hoy, como echando un pulso a su regio vecino, va también dejándose vencer por el paso del tiempo. He aquí sus despojos, bellos, a pesar de todo, porque un día albergaron vida.
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