Casa de Los López y Bodega Abandonada

Cuentan los lugareños que, junto a las vías del tren que casi rozan la casa de Los López, se aparece a veces una misteriosa mujer vestida con una túnica blanca. Al fondo, domina el paisaje un puente que evita la existencia de un paso a nivel para cruzar de un lado al otro de las vías. Desde él se obtiene una buena panorámica de la casa, de la estación y, a lo lejos, de la vieja fábrica de vino y sus edificaciones aledañas. Sólo si giras la vista hacia la izquierda verás también los muros encalados del cementerio de la localidad. Se trata éste de un puente marcado por la tragedia. Desde él, varios habitantes pusieron fin a sus vidas arrojándose al paso del tren. Parece ser que un chico de poco más de veinte años fue el último en tomar tan terrible decisión.

 

Con el pensamiento contaminado por estos datos nos adentramos en la llamada Casa de los López. Hasta nuestra llegada, un hombre con escopeta de perdigones mataba palomas posadas en el tejado, lo que acrecentó la sensación de desolación del lugar, ya de por sí, patente. Sorprendentemente, a pesar de tratarse de un edificio muy conocido en el pueblo, pocos datos hemos obtenido respecto a la casa, a excepción de que, presuntamente, sirvió de escenario para la grabación de una película para adultos. 

 

En el interior nos encontramos dos plantas exactamente iguales, con habitaciones no muy grandes distribuidas a ambos lados de un largo pasillo, lo que fue un baño alicatado con idéntico modelo de azulejo y lo que debió de ser una cocina. Nos preguntamos qué tipo de casa duplica sus estancias aprovechando sus dos plantas y nos extrañó la ausencia de una sala más grande que hiciera las veces de salón. ¿Por qué tantas habitaciones y tan pequeñas? ¿Por qué dos cocinas? ¿Por qué dos servicios idénticos, uno en cada planta? Creíamos que la Casa habría pertenecido a alguna familia adinerada de la zona pero estas duplicidades en la construcción nos hizo pensar más bien en una hospedería.

 

Tal vez la casa originariamente sirvió de morada a ilustres propietarios para mudar su uso, a posteriori, a establecimiento hostelero. Tal vez fue ese precisamente su uso desde su nacimieno o, tal vez, estas especulaciones sean todas erróneas. Ante el asombro que nos causó la ausencia de estancias más suntuosas o grandes, una de las integrantes del grupo indicó, a modo de chiste improvisado, que, de tratarse de un palacio, estábamos claramente ante uno de protección oficial, lo quevendría a ser un PPO. Más allá de chascarrillos, lo cierto es que en la Casa de los López lo que realmente destaca son las pintadas distribuidas por todas las paredes: grupos pro nazis, anarquistas y simpatizantes de otras facciones políticas han empleado cada metro cuadrado para expresar sus ideas y ataques como si de una gran pizarra se tratara.

 

Desde el tejado del porche de la enigmática casa teníamos ya una primera impresión de la fábrica abandonada de vino con su enorme chimenea inclinada por el peso de uno de los muchos nidos de cigüeñas que coronan la edificación. Hasta allí dirigimos nuestros pasos.

 

También en aquel lugar otros hombres interrumpieron su actividad a nuestra llegada, al igual que su compañero de la Casa de Los López, estaban cazando palomas con sus escopetas de perdigones. Nos introdujimos en el interior del devastado lugar y, tras la visita, caminamos hacia otra bodega cercana. Después de colarnos por una de sus ventanas y atravesar no pocos obstáculos poducto del completo derrumbre de la techumbre, descubrimos que en la parte trasera de la finca existe un acceso mucho menos arriesgado. Fue precisamente en este patio trasero donde descubrimos, olvidados entre la maleza, varios tractores y coches, entre los que destacaba un precioso Dodge, probablemente el célebre 3700 GT.

 

Pero lo que más llamó nuestra atención cuando nos dirigíamos al interior de la bodega, donde descansan en hileras las enormes tinajas, fue otro coche, un Renault 5 que había quedado semienterrado bajo el nivel de nuestros pies, probablemente arrastrado por el derrumbe del tejado sobre él cuando se encontraba allí aparcado a cubierto de las inclemencias meteorológicas.

 

Tras las fotos de rigor, literalmente comidos por los mosquitos y ya con un poco de prisa por la llegada del cercano ocaso, visitamos una pequeña construcción de dos plantas, posiblemente una casa, en cuyo patio más tinajas de vino acusaban el paso del tiempo. Dentro del edificio atrajo nuestra atención un antiguo capazo de carrito de bebé abandonado. Seguramente alguien debió deshacerse de él allí después de que la casa estuviera ya deshabitada, pero lo cierto es que ese detalle nos recordó con mayor viveza que hubo un día en el que la vida cotidiana discurría, ajena a su futuro, dentro de esas paredes.

 

Abandonamos la zona para terminar la visita a la localidad fotografiando sus molinos de viento y los famosos silos, casas-cueva de fachada encalada, algunos de las cuales, aún a día de hoy, se encuentran habitados.

 

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Sobre mí:

Curiosa por naturaleza, desde niña me embelesaron los ecos pasados que se me antojaban atrapados entre las paredes de los lugares abandonados que iba dejando atrás desde el coche de mi padre. Hoy, un poco más dueña de mis pasos, los dirijo allí para admirar la belleza oculta entre sus ruinas, inmortalizarla con mi cámara e indagar en la verdadera historia que, en otros tiempos, les dieron vida. Estos son mis locus amoenus ¿me acompañas?