Paseábamos por la zona con nuestro perro dispuestos a hacer una primera incursión que nos revelase si merecía la pena realizar una segunda visita para tomar las pertinentes fotografías, cuando una patrulla de la Guardia Civil hizo su aparición en el lugar.
A diferencia de otras veces, en esta ocasión no habíamos vulnerado la orden escrita de ningún cartel de "prohibido el paso" asi que estábamos tranquilos, al fin y al cabo no estábamos cometiendo ninguna ilegalidade. Uno de los agentes nos saludó sin bajarse del coche y nos indicó que, a pesar de su descuidado aspecto, en aquella finca vivía gente. Presentamos nuestras disculpas pero no fueron aceptadas, no hizo falta, muy al contrario, en seguida nos informó de que podíamos pasear por allí libremente y que lo único que queria advertirnos es que los habitantes de aquel lugar podían tener comportamienos extraños si se sentían amenazados.
Nuestra intención nunca fue molestar ni asustar a nadie, así que abandonamos el lugar rápidamente con la pena de saber que había gente que, aferrándose a sus pertenencias de toda una vida, preferían que éstas se derrumbasen sobre sus cabezas antes de abandonarlas para siempre. O tal vez, aún peor, que la realidad actual no les deja otra opción...
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