Pinedo I

Por fin nos decidimos a visitar la casa que tanto llamaba mi atención desde la carretera. El día había amanecido algo frío pero muy soleado y el paseo entre pinares para acceder a ella apetecía mucho. Lo que encontré allí fue bastante más impresionante de lo que imaginaba, no tanto por el estado de conservación del conjunto como por sus dimensiones, sobre todo teniendo en cuenta que pensaba toparme con un único edificio.

 

Caminamos, pues, entre las ruinas de lo que parecían antiguas casas de labranza y nos introdujimos en aquellas que conservaban todavía paredes y techos. Ignoro desde cuándo están abandonadas a su suerte estas edifcaciones pero los pocos restos que se conservan en su interior nos hablan de varias décadas atrás.

 

En esta ocasión no nos desplazamos hasta el otro núcleo de casas y paseamos entre los alcornoques, encinas y olivos preguntándonos quiénes las habrían habitado y quiénes habrían derramado su sudor trabajando las tierras de la enorme finca.

 

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Sobre mí:

Curiosa por naturaleza, desde niña me embelesaron los ecos pasados que se me antojaban atrapados entre las paredes de los lugares abandonados que iba dejando atrás desde el coche de mi padre. Hoy, un poco más dueña de mis pasos, los dirijo allí para admirar la belleza oculta entre sus ruinas, inmortalizarla con mi cámara e indagar en la verdadera historia que, en otros tiempos, les dieron vida. Estos son mis locus amoenus ¿me acompañas?