Caminamos, pues, entre las ruinas de lo que parecían antiguas casas de labranza y nos introdujimos en aquellas que conservaban todavía paredes y techos. Ignoro desde cuándo están abandonadas a su suerte estas edifcaciones pero los pocos restos que se conservan en su interior nos hablan de varias décadas atrás.
En esta ocasión no nos desplazamos hasta el otro núcleo de casas y paseamos entre los alcornoques, encinas y olivos preguntándonos quiénes las habrían habitado y quiénes habrían derramado su sudor trabajando las tierras de la enorme finca.
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